Fue en un domingo como cualquier otro, cuando al pasar por una de las aldeas de la Cuvette occidental, mi mirada se detuvo en el interior de una choza donde vi una cruz de color rojo con una media luna invertida en su parte superior. Mi curiosidad, siempre más fuerte que mi intención de hacer kilómetros, me llevó a aparcar la bicicleta y acercarme a la puerta para investigar. Allí, un gentil hombre vestido e blanco a quien asumí como un sacerdote, me invitó cordialmente a pasar y ser parte de la ceremonia que se llevaba acabo. A primera vista no imaginaba que fuera diferente a tantas en las que ya había participado, pero al poco tiempo de estar allí me vería envuelto inadvertidamente en una situación que jamás hubiera imaginado. A continuación, la historia de lo que ocurrió:
La misa
Es domingo a la mañana en el corazón del Congo. A medida que el sol se eleva, las chapas del techo de la precaria estructura de madera de la iglesia Lasys Zinphirin, se dilatan volviendo a la nave en un horno micro-ondas. Como en la mayor parte de Africa sub-sahariana, este es el día en el que la espiritualidad se manifiesta en forma de una inmensa variedad de iglesias clandestinas desparramadas por todo el continente. Cada una de ellas basándose en la Biblia pero dándole su propia interpretación; cada una creando una nueva variación del Cristianismo; cada una en consecuencia desarrollando una nueva forma de fe con características individuales.
Sanación espiritual
Es momento de poner en uso el poder sanador del Señor. El pastor Nicolás es el único medio en esta diminuta aldea, dotado del poder para sanar a aquellos que atraviesan el dolor de la enfermedad. En su altar, reza solo por unos minutos mientras una mujer mayor es traída desde el patio trasero de la iglesia. Se encuentra visiblemente dolorida y apenas puede caminar. Sacerdotes y familiares la ayudan a sentarse donde lo ordena el pastor, en un momento en el que su humor se transforma completamente. Su mirada parece haber pasado de la devoción a la ira, como preparándose psicológicamente para lidiar con poderes del mal.
La mujer está sentada, ahora semi-desnuda. La furia del pastor se acrecienta al tiempo que comienza violentamente a arrojarle agua sobre el cuerpo. Lo hace con tanta fuerza que el sonido resuena en el aire como el de alguien que está siendo azotado con un látigo. Grita del dolor cada vez que el agua golpea su cara y su cuerpo, y le sigue un aullido de desesperación. Pero el pastor está enfurecido, gritándole a los espíritus dentro de ella que la están enfermando, y no muestra simpatía alguna. Finalmente, verte uno tras otro jarro de agua desde su coronilla hasta que queda toda empapada.
Pasada la tensión de la primera etapa, un momento de silencio le sigue. El Pastor Nicolás se calma y todos se serenan. Es un momento de contemplación y de rezo. Una vela es encendida en la coronilla de la mujer mientras todos continúan rezando alrededor, dándole a ella un tiempo de descanso antes de que el ritual de sanación continúe. El único sonido ahora, es el sonido áspero de la campana de bronce alrededor de su cabeza y el murmullo de los rezos del Pastor.
Afuera, el sol está alto, es casi mediodía y el interior de la iglesia hierve, húmedo y caliente. Ni siquiera la más suave brisa sopla a través de la nave y todo el lugar se parece ahora más que nunca a estar en el infierno.
De repente, el canto comienza de vuelta desde el murmullo, in-crescendo, hasta llegar a la voz alta que acaba con el espacio de silencio. Las palmas aplauden marcando el ritmo de los tambores que también comienzan a batirse una vez más y la danza se vuelve a poner en marcha. Ahora las monjas entran en trance y comienzan a girar alrededor de la mujer. Se arremolinan frenéticamente, haciendo círculos aleatorios, hacia arriba y hacia abajo como hechiceras lanzando su hechizo. Se acercan esporádicamente como tratando de arrancar los espíritus fuer del cuerpo de la mujer.
Luego de una serie de vueltas consecutivas, en un giro impredecible, salen corriendo hacia el fondo de la iglesia donde quedan paradas en estado de delirio, sus cuerpos temblando y sus bocas balbuceando incoherencias, como si estuvieran tratando de sacarse de encima un espíritu maligno que se ha apoderado de ellas. El Pastor, también en trance ahora, entra y sale de la iglesia corriendo histéricamente, con un jarro de agua salpicando toda la iglesia y la cruza de madera que corona la entrada. Grita incoherencias, se mueve rápido de lado a lado antes de volver hasta donde está la mujer.
En ese momento, un joven sacerdote que estuvo presente desde el comienzo de la ceremonia pasa al frente a dominar el ritual. Está en trance también. Con furiosa cólera desata su ira señalando con dedos acusadores y miradas malévolas. La tensión crece en el aire; el calor, el canto, el aplauso, todo el ambiente se vuelve hipnótico. Ya no estamos en esta dimensión, cada quien ha adoptado un rol para contribuir al vértigo de esta locura, y en el centro de la misma, está esta mujer indefensa siendo manoseada para su salvación.
Dentro de la iglesia, el silencio absoluto inunda el espacio. Ahora todos están con los ojos cerrados, las cabezas inclinadas hacia abajo, las manos tomadas y las velas encendidas. El Pastor se prepara para las últimas plegarias, recluido en los confines de su púlpito, arrodillado en frente de la cruz, elevando sus brazos abiertos de par en par. Todos están allí menos el joven sacerdote en trance, cuyo balbuceo distante es lo único que corta un silencio que de otro modo sería sepulcral. La misa y la sanación han acabado y la vida de la aldea vuelve a la normalidad. La mujer mayor sigue en el patio de atrás, sentada y débil bajo un árbol, posiblemente creyendo que ojalá, el Pastor con sus poderes sanadores, haya podido quitar al mal que está causando su enfermedad.
Te estábamos extrañando amigo mío feliz de leerte.
ResponderBorrargracias querido Corto, ya estoy a todo trapo tratando de ponerme al día :) Tendrás para entretenerte por largo rato!
BorrarHola amigo del alma. Pudístes saber qué pasó con esa mujer, cómo evolucionó, tenes idea cual era su patología? Soy de C.A.B.A. y te sigo hace tiempo. Es muy interesante y emocionante lo que acabas de describir. Te mando un fuerte abrazo. Vamos a seguir en contacto. Cuidate mucho amigo.
ResponderBorrarmuchas gracias querido Hugo. La verdad es que no, es imposible volver a saber de gente así como la que uno conoce en el camino. Son aldeas muy remotas, no tienen electricidad y la señal de teléfono llega muy poco. De todas formas no he quedado con ningún contacto allí. Muy fuerte haber presenciado esto....no creo que aún sig viva esa mujer.
BorrarHi Nic. me alegra saber que estas bien y continuando con tu viaje. un fuerte abrazo. Quizas nos veamos en la vieja Europa. Hasta luego...
ResponderBorrarGracias Jorge!! Pues ya he pasado por la vieja Europa, así que nos tendríamos que encontrar por la nueva Australia ahora :)
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