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Mostrando las entradas de diciembre, 2013

Este viaje cumple un año

Autopista al futuro Al salir de Kyoto, entramos finalmente en la recta final a Tokyo. Fue un camino por el futuro hacia el futuro. 550 km que decidimos hacer por la ruta 1, la ruta que conecta los polos industriales más grandes de Japón. Podríamos haber elegido una ruta interior con un poco más de naturaleza, pero teníamos una fecha de compromiso que cumplir en Tokyo y no nos quedaban tantos días ni tampoco tantas ganas. Japón es un país de avanzada, está un par de años delante del mundo desarrollado y a años luz del resto del planeta, pero sólo tecnológicamente. Humanamente hablando están años luz detrás de todos los países más pobres de Asia, los cuales se añoran entrañablemente con cada pisada en el pedal en este país. El respeto, la honestidad y la cordialidad son valores que abundan aquí, y es algo muy positivo, pero también abundan la indiferencia y la frialdad. Con excepción de nuestros amigos en Osaka y aquel primer insólito hombre del primer día en Fukuoka, no hemos t

Entre la psicodelia urbana del futuro y la historia detrás de una vidriera

Psicodelia urbana Llegar a Honshu es entrar en el Japón más desarrollado y también el más frío humanamente hablando, es la verdadera puerta de entrada a un par de siglos más adelante, donde todos los días se cuece la tecnología más avanzada y se da rienda suelta a los delirios del consumo más extravagante. Es un contraste fortísimo teniendo en cuenta que tan sólo dos meses atrás nos encontrábamos rodando en un espacio y un tiempo que se sentían bellamente prehistóricos y ahora en uno tan futurista que creo dejaría sin palabras al mismísimo Filippo Marinetti, o bien quizás representa de manera fidedigna su visión de la ruptura con el pasado y me atrevería a decir con el presente.

Un poco de naturaleza

A pesar del virtualmente infinito continuo urbano que se experimenta a lo largo de las rutas japonesas, existen lugares en donde hay una relativamente mayor proporción de naturaleza. Jamás es naturaleza virgen, uno no viene a Japón precisamente en busca de aventura porque no la hay, pero es naturaleza al fin y en la isla de Shikoku en otoño, es especialmente muy bonita. Luego de haber tomado casi una docena de barcos y ferrys todo este año que pasó, algunos pasando por aguas tradicionalmente tempestuosas, resultaba casi sorprendente que nunca hubiera habido marea fuerte. Más sorprendente aún, sería que al cruzar a Misaki, en la península de aguas turquesas de Sadamisaki, llegara de color amarillo patito y casi vomitando. Menuda marea al salir de Saganoseki, me volteó al piso en tan sólo 10 minutos e hizo de los 60 restantes lo más parecido a estar por diversión dentro de una máquina centrifugadora de ropa en funcionamiento. No fue hasta el día siguiente en el que el dolor de cabez

Ilusión de perfección

Llegar a Japón es como dejar el presente y dar un salto al futuro, al menos tecnológicamente (o eso espero!). Incluso viniendo desde Corea, país que está en camino a volverse futuro muy pronto, el impacto es notable. Tan sólo pensar que hacía dos meses rodábamos la estepa y el desierto de Mongolia sintiendo que estábamos siglos atrás, al desembarcar en Fukuoka la sensación es igualmente divorciada del presente. Del caos chino al extremo orden japonés, el abismo es también radical. En una primera mirada, todo en Japón parece perfecto y es deslumbrante por donde se lo mire, sin embargo, con el pasar de los días, este gigante hiper-ultra desarrollado revela imperfecciones muy imperfectas para quien pone una mirada aguda y no se deja llevar por todo lo que brilla.

La bici-senda más larga del mundo

 Corea parece ser consciente de los problemas que está teniendo por exceso de tecnología y una población de adictos al trabajo y para tratar de compensar las nuevas "malas costumbres" emprendieron un proyecto de mega ingeniería que implicó reconfigurar el curso de los cuatro ríos más importantes del país para conectar el país entero a través de varias bici-senda. Esta es una manera también de no sólo hacer un uso exhaustivo de la energía hidraúlica sino también de motivar a la gente a andar en bicicleta brindándoles el espacio necesario para poder hacerlo de modo seguro y profesionalmente. Hoy Corea, aparte de la bici-senda de los Cuatro Ríos, que conecta Incheon con Busan ( de un extremo al otro del país) a lo largo de 700 km, tiene una creciente red de bici-sendas paralelas que conducen a varios puntos del país. Muchas otras están en construcción y la idea es conectar de manera completa todo el país a través de bici carriles. Pensamiento de avanzada como pocos, de este

Pequeño gigante

 Corea del Sur es el país número 50 que visito en el mundo, y luego de casi un año de rodar mayormente por regiones tan remotas de Asia, fue como dar un brusco salto al futuro. Con el mismo, las rutas sobrecargadas de aventura que nos nutrieron de adrenalina constante durante tantos meses, llegaron temporalmente a su fin. La aventura se vería reducida a cero y quedarían atrás los caminos extremos y los climas rigurosos. Cómo sobrevivir con un bajo presupuesto en estas junglas congestionadas de tecnología, espacio hiper-reducido y precios exorbitantes sería el nuevo desafío. El goce ya no sería el hermoso cosquilleo de la adrenalina sino el deslumbramiento ante un mundo a veces tan tecnológicamente avanzado que resulta incomprensible.

Dharma, mi nueva bicicleta.

Con un apetito voraz cruzamos la frontera. No era tanto el hambre en sí mismo sino la necesidad imperiosa de comer bien, de comer sabroso y nada mejor que estar de vuelta en China para una sobredosis de sabores. Se paga el precio alto de cambiar una tierra mágica de cuentos por volver a la factoría del planeta, y la vuelta se siente como el más brutal de los cachetazos a la cruda realidad. Era inevitable de todos modos porque tarde o temprano debíamos dejar el cuento.  La tierra envenenada Ya en el tramo final de desierto en camino a Zamyn-Udd uno podía avistar el cambio en el horizonte. Hacia delante, veíamos el horizonte chino y el azul inmaculado ya no se extendía indefinidamente sino que se desvanecía en un gris turbio y purulento. Ya entrados en China, quedaron unos 300 km de desierto de Gobi muy feos, carentes de todo atractivo. Un escenario chato, infinito y apagado, lleno de gigantes torres de alta tensión, un volumen de tráfico notablemente molesto y un viento ahora sí, c