ADVERTENCIA: muchos de los comentarios y opiniones que leerán a continuación podrán resultar muy ásperos, pero prometo que son el más fidedigno reflejo de la experiencia frecuentemente miserable de cruzar Etiopía en bicicleta. Dada la radical diferencia que existe entre quienes viajamos en bicicleta por este país (y de aquellos que andan por el mundo a pie),con los que viajan por medios motorizados, no me siento particularmente predispuesto a aceptar objeciones ni cuestionamientos de quienes no lo hayan atravesado de la misma mane
Luego de 4 días descansando en Wukro, recuperando un poco gracias al Padre Ángel y su obra, la fe perdida en los etíopes, emprendimos el largo camino hasta Addis Ababa. Decenas de pasos de montaña habíamos pasado ya para llegar al Tigray y cruzarlo, soportando el infatigable hostigamiento de los demonios etíopes, y decenas de pasos nos faltarían para llegar a la capital del país, pero por primera vez en un mes, para nuestra sorpresa y alivio, experimentaríamos una Etiopía un poco más tranquila, al menos por un rato.
Tierra Afar
Fue
empuñando escudo y espada, listos para seguir librando batalla al
hostigamiento de todos los días, que partimos de Wukro, pero
milagrosamente los kilómetros comenzaron a pasar sin mayores
inconvenientes. Luego de un par de días comencé a preguntarme si
Ángel, era efectivamente un ángel cuya onda expansiva de compasión
se extendía hacia los alrededores, adormeciendo el carácter salvaje
de estos demonios. En Mekele, ciudad famosa por su buena gente en
este país de mala gente, conocimos por primera vez a etíopes
encantadores que hicieron justicia a esta ganada fama. Entre otras
cosas, los miembros del club de ciclistas de Mekele, nos ayudaron con
la reparación de la bicicleta de Julia, nos dieron cama y comida y
nos ayudaron a seguir creyendo en que todo no está perdido en este país.
Los
días se volvieron notablemente fáciles, a pesar de que una y otra
vez debíamos seguir subiendo y bajando montañas, llegando a cada atardecer con más de 2000 m de ascenso acumulado!
Pero nuestro pasar parecía resultarle indiferente a la gente del sur
del Tigray. De a poco fuimos descendiendo, paso tras paso, hasta
perder bastante altitud y encontrarnos en la línea que separa la
meseta de las altas tierras, de la famosa depresión de Danakil, el lugar más
bajo del planeta con un máximo de 117 metros de altura debajo del nivel el mar. La tierra
de los Afar no es tierra fácil, es tierra de hombres duros, que
cruzan la depresión a pie soportando calores de más de 60 C. Nos
cruzamos con ellos en los pueblos a donde llegan caminando desde la depresión
llevando sus camellos cargados de sal. Sus rostros emanan pura apatía
y a veces hasta un poco de aparente desprecio. Sin embargo, pasamos
sin tener problemas mayores.
Pasada
la región Afar, salimos finalmente del Tigray y comenzamos un nuevo
ascenso hacia las tierras altas. Valle tras valle, ascensos
interminables seguidos de descensos tan efímeros que hacían que los
días se sintieran como no más que interminables subidas. Las tierras áridas del
Tigray fueron quedando atrás y las montañas volvieron a vestirse de
verde intenso, pero fue con esta misma fertilidad que comenzaron a
brotar de vuelta los demonios como hongos después de la lluvia.
Paulatinamente volvimos a tener que soportar el hostigamiento
continuo ahora sumando nuevas variantes, y utilizadas por niños y
adultos. A los “give me...” tradicionales, ahora se sumaban
los “Where are you go?” . En cada pueblo, en cada esquina, siempre
hay alguien que nos grita con asco “ehhh faranji (hombre blanco)
where are you go?”. Gran poder de síntesis la de estos
etíopes quienes parecen haber fusionando dos tiempos verbales del
idioma inglés: el Simple present “Where do you go?” con
el Present continuous “Where are you going?”, inventando
el Simple Ethiopian: “Where are you go?”...Una
pregunta que es aparentemente tan inofensiva pero que casi siempre se nos
enuncia de un modo en el que el tono sigue delatando esa postura burlona y
arrogante de siempre que tiene esta gente que no me agrada en lo más
mínimo.
Derrota
Mundial
Ya
una vez más en las altas tierras etíopes, en la meseta por encima
de los 2000 m de altura estamos a mediados de julio, cuando pasando por el
café de un pueblo veo un partido de fútbol en televisión y mucha
gente alrededor. Recordé que debíamos estar en época del mundial
del fútbol, un deporte que toda mi vida me ha resultado tan
incompresible como brutalmente aburrido. Pero no sólo me entero
que estamos a dos días de la final sino que Argentina estará en
ella junto a Alemania. Con el único fin de poner mi corazón junto
al de mis seres queridos que gustan de este deporte, decido dejar mi
indiferencia de lado y parar al final del día en un lugar donde
pueda ver: la final. En una aldea pequeña al pie de un fuerte ascenso, los
locales me llevan a una casita de barro donde en un cuartito oscuro
de paredes despintadas, se abultan 20 etíopes emocionados detrás de
una tele pequeña. La misma necesita de un hombre parado al lado de la tele moviendo una antena
móvil para poder reproducir la imagen del campo de juego con
decente nitidez y poder ver los puntitos de colores que corren de un lado para el otro, aunque la pelota, si hay una, no tengo idea dónde está.
Deja-vu para mí, que en el año 2006, cuando hacía mi primera larga travesía en bicicleta de Irán a China, me encontraba cruzando Uzbekistán, cuando en la magnífica ciudad de Bukhara, en otro gesto de auto-flagelación decidí sufrir el partido Argentina-Alemania de aquel momento, en el que también Alemania descalificaría a Argentina en ese mundial. A diferencia de aquella vez, esta no tuve que ver el partido con 5 alemanes borrachos que no paraban de hacerme bromas estúpidas, como si me importara en lo más mínimo el resultado! La moraleja de la historia es que creo no traerle mucha suerte a mi país en los mundiales y la próxima debería optar por no ver los partidos para ver si ganan de una maldita vez.
Llegando
a Addis
Sabía
que nos esperaba una fuerte subida al día siguiente de la final del
mundial pero no sabía que serían 65 kilómetros! Había dormido
poco y nada y como si fuera poco, los tuve que hacer solo porque mi
doncella de hierro se levantó enferma del estómago y decidió subirse a una
camioneta para esperarme al final del día en Debre Birhan. Desde
primeras horas de la mañana hasta las últimas horas de la tarde no
hice más que ascender la interminable sucesión de curvas y
contracurvas que trepan la escarpada, algo que es lo más parecido a subir una pared
vertical de un lugar alto a uno aún más alto, alcanzando el punto
más alto a 3300 m, donde el cambio del clima trae coníferas y un
viento frío que se pega al sudor y congela los músculos. Las vistas
como siempre son la gran recompensa y el regalo por el esfuerzo entregado porque si hay algo que tiene de extraordinario este país es su magnífica geografía.
Para los días finales antes de Addis, entramos
ya en plena temporada de lluvias y el clima de tormentas fuertes, frías y esporádicas nos acompañaría por el resto del camino. La vida rural llega hasta los
mismísimos bordes de la capital, donde los campos se siguen arando a
mano y los campesinos viven enterrados en el barro hasta las rodillas
todo el día bajo el sol y la lluvia. Los atardeceres bañan de
dorado las plantaciones y los nubarrones de las tormentas revelan
arco iris espléndidos en esta parte del país, que
es felizmente más tranquila que el resto.
900
km han pasado desde Wukro y he perdido la cuenta de la cantidad de
pasos de montaña y valles que hemos tenido que sortear para llegar
hasta el caos dramático de las afueras de la capital, como así también la cantidad de
miles de metros de ascenso que llevamos acumulados, pero sospecho que
desde que salimos de Sudán, hasta llegar a Addis, hemos subido y
bajado el Everest no menos de una docena de veces. Finalmente
llegamos a Addis Ababa, la capital de esta conejera llamada Etiopía.
saludos viajeros, les echabamos en falta, animos con esas cronicas ¡¡, vaya pais que nos das tus impresiones por un lado geografia e historia apasionante y por otro karma humano, que contraste .-
ResponderBorrarpor cierto y para darte un poco de alegria yo tampoco me banco el futbol, lo entiendo pero no tengo la pasion por ir a ver millonarios a la cancha y menos por tv (que casi no veo), siendo el tiempo nuestro valor mas efimero en esta vida hay que saber emplearlo con sabiduria en lo posible .-
buena pedaleada .-