En un momento en el que me encuentro solo, me tomo un momento para visitar la cabaña de una familia. Un abuelo con su nietita me reciben con alegría y curiosidad, mientras la abuela me sirve junto al habitual té, un delicioso queso derretido muy parecido al provolone pero un poco más dulce. Habíamos pasado muchos días en la alta estepa frecuentando poca gente, estaba ávido de reecontrarme con los nómadas y pasar tiempo con ellos. En ningún lugar del mundo que visito, ningún paisaje, no importa cuán espectacular sea, significa mucho si paralelamente no experimento el país através del contacto humano con los locales. Son ellos a quienes busco entre tanto desborde visual. A través de la gente aprendo del país, lo entiendo más y me llevo algo más valioso dentro mío.
Luego de aquél día el frío había llegado para quedarse y ya teniendo que pedalear abrigados durante el día llegamos al grandioso lago, una vez más, por su parte más remota y menos explorada. Fue una llegada emocionante porque no me esperaba que fuera realmente tan hermoso.
El Terkhiin Tsagaan Nuur no es un lago uniforme, común y corriente. Todo lo contrario, es más bien un salpicón de témpera de intenso azul profundo salpicado contra una alfombra verde. Allí llegó la despedida con Marek y nosotros decidimos quedarnos en la más absoluta soledad acampando en sus orillas.
El atardecer me dió tiempo para ascender un par de picos circundantes y experimentar uno de los atardeceres más emocionantes de todo el viaje hasta el momento. Vi los colores pasar de la frialdad del verde y al azul, a la calidez de un naranja rojizo que encendía los colores de la tierra.
Sobre aquel risco, tratando de contener el frío intenso, me quedé a ver cómo las estrellas tomaban el control del cielo a medida que una incipiente luna menguante caía rendida en el horizonte.
La noche profunda se cernió finalmente sobre nosotros, las estrellas habían ya dejado en claro quién reinaría aquella noche y bajo su esplendor dormimos en nueva noche helada. Momentos inolvidables, amigos. Experiencias fenomenológicas que jamás podrán borrarse de mi retina.
Luego del lago emprendimos el final de nuestro recorrido por la estepa en camino al desierto de Gobi. La magia nos acompañó hasta el último momento, pero desafortunadamente, un imprevisto nos desdibuja la sonrisa en cuestión de poco tiempo. En el momento donde más comenzaríamos a necesitarla, nuestra cocina, que ya venía dando problemas con el combustible mongol de pésima calidad, decide terminar con su agonía de varios días y colapsa completamente, dejándonos sin la esencial capacidad de cocinar. Me arruiné las manos tratando de revivirla pero no hubo caso, de ahora en adelante debíamos encontrar la manera de seguir adelante sin poder cocinar. Esto trajo una necesidad aún mayor de encontrar nómadas cada día para tener algún tipo de ayuda. Los días que precedieron al desierto fueron relativamente fáciles. Hay muchos gers en el camino y todas las noches encontramos ayuda. Nos dejaban cocinar o nos hacían comida, pero nunca teníamos problema alguno. Hospitalidad en su máxima expresión.
Es tierra de domadores de caballos. Es común encontrarse a los hombres yendo y viniendo a caballo con esas largas varas con las que adiestran hasta a los caballos más indómitos. Caballos cuya fama ha dado a Mongolia prestigio internacional. Desde los tiempos en que Gengis Khan los ha usado como medio fundamental para subyugar a medio planeta hasta el día de hoy, los mongoles son jinetes natos. Un mongol se monta en un caballo antes de aprender a caminar, los montan a pie, con o sin montura. Visto desde afuera la imagen es de una fusión total entre el hombre y el caballo. Pocas veces el caballo me ha llamado la atención como animal, pero aquí en Mongolia he aprendido a apreciar su verdadera belleza.
Con los últimos atardeceres en esta tierra de jinetes prodigios nos fuímos despidiendo del idilio de la estepa para iniciar el tramo que imaginábamos como el más duro de todo el país, el cruce del desierto de Gobi.
fantastico relato y fotos, muchas gracias por compartirlo, por cierto otro viajero tan alucinante y generoso como tu, salva rodriguez,tambien "disfruto" de los perros mongoles se ve que son uno de los canidos mas feroces que existen de raza "mastin mongol".-
ResponderBorraranimos ¡¡
Qué grande Corto! La verdad es que si ya lees las historias de mi buen amigo Salva, es un gran honor que aún leas las mías!!
ResponderBorrarSalva es muy buen amigo mío, cuando pasó por China, se quedó 10 días en mi casa en Chengdu, y estamos en contacto frecuente. Para muchos como yo es una gran inspiración!
El ataque de los perros lo tuvo un poco más arriba, en Siberia. Yo por mi parte tuve que parir a los mastines tibetanos en mis tantas travesías por el altiplano.
Pronto colgaré las historias del Gobi, vas a ver las estrellas :)
un abrazo!!