Tuvimos energías suficientes para atravesar la jungla, pero creo que no nos dimos cuenta de la magnitudde energía que habíamos consumido hasta algunos días después de terminada la odisea. Al día siguiente de llegar a Gimpu, partimos hacia Palu en un día completamente radiante. Allí podríamos tomarnos algunos días de descanso. El sol brillante, el cielo celeste, la inconmensurable satisfacción que llevábamos adentro y el saber que los días siguientes serían fáciles, nos dibujaban una enorme sonrisa al partir de Gimpu. Pero no pasaron más que unos pocos kilómetros para advertir que aún estábamos cansados a pesar de haber dormido muy bien, y que nuestras bicicletas habían sufrido más de lo imaginado. Por empezar, ninguno de los dos tenía frenos. Ambas bicis estaban llenas de barro y ramas. El óxido se hizo visible en varias partes. Mi velocímetro resistente al agua se había ahogado y necesitó horas de sol directo y caliente para evaporar su interior y volver a la vida. Y lo peor de...
Andando por los caminos del mundo